miércoles, 23 de febrero de 2011

Cartas a las Princesas de mi cuento de Hadas.

Princesa Lau.

Exquisita, dócil, serena y una de las mejores personas que conozco. Siempre atrevida, audaz y valerosa, pero delicada y tierna como nadie.
Aquella que decidió ser la primera porque nunca entendió el significado de la palabra "miedo" y sin embargo estuvo esperándome para enseñarme el de la palabra "actitud".
La persona en la que siempre he visto todo lo que he querido llegar a ser.
Esa que, aún callada, ejercerá siempre sobre cualquiera el mayor respeto que jamás se haya visto.
La que llegará a la cumbre poquito a poco y todo recto.
La que nació con una llave secreta que abre esa gran puerta a la que no todos podrán acceder.
Esa que sabe que me tiene ahí siempre, alerta y preparada para lo que necesite, esté donde esté.
A la que nunca me cansaré de demostrarle lo mucho que la quiero y aún así siempre será poco comparado con todo lo que siento.
Aquella que, cuando éramos pequeñas, era especialista en inventar el juego más "apasionantelectrizantexcitanteyasombroso", y además, siempre ganaba.
La que, cuando se venía conmigo a la guardería, me hacía sentir importante.

Mi eterna biblioteca musical...

Se me encoje el alma sólo de pensar en lo mucho que te quiero.
Qué grande eres mi hermana grande. 


martes, 22 de febrero de 2011

Cartas a las Princesas de mi cuento de Hadas.

Princesa Albo.

Mi ratoncita bonita. La versión más parecida a mí. Una de las mentes que más me sorprende y alucinan cada día. Una valiente con causa. La persona con más inteligencia emocional, agudeza, entendimiento, capacidad, cordura, sabiduría, imaginación y madurez que conozco. La chispa que todos y cada uno de nosotros necesitamos.
Una princesa sin tonterías, fuerte como una roca y frágil hasta el punto de no llegar a entenderlo.
Aquella a la que cuando le cuento esas cosas inentendiblemente inentendibles que sólo yo entiendo, me entiende, sin más, porque a ella también se le había pasado antes por la cabeza...
A la que podré siempre contarle todo lo más profundo que siento sin aburrirla.
Esa chiquilla tan bonita y tan independiente que, cuando era pequeña, no necesitaba más que adentrarse en el mundo de los insectos para crear el suyo propio.
La que se podía pasar horas o el día entero hablando con un pez o con un bichito de bola mientras el resto ideábamos el plan perfecto para robarle a algún mayor la cartera.
Esa cara que siempre veré en el personaje más gracioso de cada dibujo animado.
La criatura de la que todos los gatos siempre dirán que es verdadera, única y pura como el alba...

Si pudiera, inventaría una especie de burbuja llena de colorines que protegiera toda esa inocencia,
si pudiera, cambiaría este mundo por otro repleto de toda esa gente sencilla y alucinante que tanto nos gusta,
si pudiera, te enseñaría todas esas cosas de las que nunca nadie me habló...

Pequeña, qué grande eres.



jueves, 17 de febrero de 2011

Juan Vidal, alicantino, con gancho y fino.


Cuando algo me gusta simplemente me gusta. Es algo que detecto muy rápido; de repente se me despiertan todos los sentidos y comienzo a mecerme en una de las mejores sensaciones que conozco; es como si se me rieran los huesos por dentro y el alma, sin más, se me expandiera.
El día que descubrí a Juan Vidal, un cosquilleo muy placentero recorrió todo mi cuerpo llegando hasta la nuca, y, cuando el cerebro le dejó paso, me hizo sonreir. Es así como caí en la cuenta de que había encontrado algo que sencillamente me entusiasmaba.
es que, Juan Vidal tiene esa cosa, esa gracia, esa delicadeza, esa exactitud en cada detalle, ese gusto exquisito y esa magia, que ninguna palabra podrá jamás definir, pues se trata de algo a lo que sólo los sentidos pueden acceder y a lo que no toda persona es capaz de llegar.
Pues él ni se pasa ni se queda corto, simplemente acaricia ese punto exacto que roza la divinidad.

 

http://www.juanvidal.net/

Esta colección la puedes encontrar en Gallery, Madrid    
     http://www.gallerymadrid.com/

sábado, 12 de febrero de 2011

ことができそこないをそこに行く...

En mis 31 años que llevo observando el mundo, siempre he tenido la impresión de que los japoneses son una especie superior. Y no lo digo en modo “jo tia es que Japón mola mogollón”, no; lo digo desde una parte de mi muy profunda y muy sensitiva que puede ver más allá de todo lo aparentemente epidérmico, (para los de la LOGSE, relativo a la epidermis, es decir la piel; vamos una manera de decir superficial, cojones).
Pues no hay calaña humana más exquisita, delicada, simple y pura.
Una de las cosas que más me sorprende de ellos, es comprobar una y otra vez, que parece que han sido “elegidos” con el don de “da igual lo que te pongas, te va a quedar bien”. Acojonante.
Quiero decir, que si se ponen un wáter en la cabeza tapizado con un estampado otoñal, un taparrabos con forma de ensaimada, un sombrero tipo “Manolete” bajo el brazo y todo ello combinado con la bandera del Albacete balompié como fular, a ellos les queda bien, es más, tendrán, como siempre, ese toque tan elegante, delicioso y fino que tanto les caracteriza.
Y claro, esto tiene un significado mucho más trascendental de lo que aparentemente pueda parecer, y es que, cuando alguien se viste sintiendo lo que se pone, el resultado es precisamente ese, bueno, yo estoy convencida de que hasta los ciegos saben cuando están al lado de uno de ellos.
Ocurre lo mismo cuando cocinan; de hecho, uno de sus principios es que cuando lo hacen, tienen que estar de buen humor y llenos de energía positiva, puesto que esto afectará directamente en el resultado de tan preciado manjar. ¿No es maravilloso?
Todo ello sin mencionar la paz y el equilibrio interior que transmiten, siempre tan relajados oye.
Quitando esto último, y sopesando el sentimiento tan grande y el respeto que generan todos ellos en mi, a veces tengo la sensación de que en mi vida anterior fui japonesa.
Y si no, !yo de mayor quiero serlo!