En un lugar de la Mancha de cuyo nombre sí quiero acordarme, no hace mucho tiempo que nació una princesa llamada Rosalia.
Entre gacha migas, soponcios, gazpachos, guarricas, morcillicas y los d
ías de entre semana, se honraba con su vellor
í de lo mas fino y sus ganas de encaminarse hacia lo que ser
ía su apasionante vida.
Ya desde muy pequeña, vislumbraba el mundo de una manera muy singular; pues sus pequeños pero expresivos y avivados ojos, no podían evitar ver belleza en todo lo que mirara. Su espíritu emprendedor y de lucha continua, la convirtieron, además, en una mujer fuerte y valiente que dio todo por los suyos sin dudar en ningún momento; haciendo cada cosa, hasta la más mínima e insignificante, con ese toque suyo personal, de gracia y de buen gusto que tanto la caracterizaba.
Adelantada siempre a su tiempo, creó un taller propio de moda, donde enseñó a coser y a crear a otras mujeres que disfrutaron y se deleitaron con el talento y la distinción de sus creaciones, as
í como de su dedicación, su amor hacia todo lo que hacía y su personalidad extremadamente perfeccionista.
La palabra "elegancia" la hab
ía elegido para obtener as
í su significado más puro, pues no hab
ía definición que la reflejara mejor. Ya fuera al caminar, al sonreir, al hablar, al escuchar, al observar, al cocinar e incluso al dormir siempre la acompañaba, pues en ella encontró a su más fiel amiga.
Nos encandiló con sus historias, esas que al contarlas, te hac
ían hasta poder oler el aroma de aquellos tiempos, de aquellos d
ías en los que la princesa reluc
ía, de aquel amor al que le fue fiel hasta su último d
ía, aquel pr
íncipe azul que la conquistó y al que enseñó el verdadero significado de la palabra lealtad y compromiso...
Cuantas batallas, cuantas tardes de no querer hacer nada más que estar en casa disfrutando de su compañ
ía y de sus guisos, cuantos paseos por la feria cogidos todos de la mano, cuantas natillas caseras con soletilla, cuantas pelotas de relleno con sabor a felicidad, cuantas croquetas de cocido rellenas de cariño, cuantas naranjas peladas "a su manera", cuantos "corto el lápiz" alrededor suya, cuantos villancicos, cuantos aguinaldos, cuantos "miguelitos", cuantos "la abuela te lo dice porque te quiere", cuantas lágrimas llenas de recuerdos, cuantos "soy la nieta de Rosalia la modista"...
Todo ello nos hace ahora parecernos a todos un poquito más y tener algo muy especial en común, eso que pudimos saborear el d
ía de tu despedida, ese sentimiento que desde entonces se ha adueñado de cada uno de nosotros, algo muy grande y muy especial, dif
ícil de explicar sólo con palabras y que durará para siempre desde ahora.
Cada d
ía que pasa me parezco más a ti, cada cosa que hago me recuerda a como tú la hac
ías...
La verdad que pensaba que eras inmortal, de verdad que llegué a creerlo, pero una vez más la vida se acaba para todos, incluso para los seres tan sensacionales, únicos y genuinos como tú.
Fue un honor haber hablado as
í contigo el d
ía antes de tu partida.
Gracias por el mensaje que nos mandaste en la Estación de Valencia a mi hermana y a mi. Fue el momento más mágico y más real de nuestras vidas...
Te recordaremos como esa estrella cinematográfica ca
ída desde el cielo y con estilo, mucho estilo.
Que disfrutes del Para
íso, te lo has ganado.
Hasta siempre abuelita.